LA MENTE AL SERVICIO DE NUESTRA SEGURIDAD

ARTICULOS   I.T.E.POL.

 

Sobre ganar

Mente Seguridad-1

Hay gente para la que “ganar no lo es todo, es lo único”. No se puede más que estar completamente de acuerdo en que para nosotros, en un enfrentamiento, armado o  no, lo único aceptable es ganar.  Incluso para algunos, “si no haces trampa, no estás tratando de ganar suficientemente”.

 En la mayoría de las ocasiones en las que un policía saca cualquiera de sus armas, éstas son simplemente re-enfundadas sin necesidad de hacer mayor uso de ellas que su mera exhibición.  Eso no significa que no hubiera sido preciso su uso, sino simplemente que el policía, afortunadamente, no ha tenido que aplicar la fuerza extrema y ha controlado la situación utilizando medios alternativos (por ejemplo, la disuasión verbal).

 Para aquellos que son reacios a desenfundar sus armas porque piensan que sólo deben hacerlo si tienen que disparar, les recomiendo una atenta lectura de la normativa vigente, estatal y autonómica que prevé y describe perfectamente el uso preventivo y disuasorio del arma de fuego.

 Ganar supone volver a casa con nuestra familia después del turno de trabajo.  Ganar supone llegar a disfrutar de la jubilación, no permitir que nuestra mujer o marido gaste la pensión con nadie más porque no hayamos puesto en su momento en el asador todo lo que había que poner.  Ganar supone tener el coraje y tomar la responsabilidad de decir, “hice lo que debía”. 

  

Preparación mental

 

        Aquellos que han sobrevivido a un enfrentamiento armado lo narran como una experiencia sobrecogedora.  Un buen día, como otro cualquiera, acudieron al servicio y en el transcurso del mismo, de repente, al acudir a un servicio rutinario, y en cuestión de segundos, su vida pendía de un hilo.  Cada profesión y actividad tiene su riesgo, y la nuestra lleva implícitos una infinidad de ellos.  Estos suelen mantenerse ocultos, pero al igual que les ocurrió a estos supervivientes (y a otros que no lo consiguieron), durante cualquier intervención, en cuestión de segundos podemos pasar a vivir la peor pesadilla de nuestra vida y entonces, que nuestra respuesta sea la adecuada será determinante para que podamos volver a casa, y si no lo es, pues…cualquiera sabe.

 

        Así son los hechos de contundentes y asumirlos es el primer paso para descubrir nuestras propias carencias en aspectos fundamentales para la autoconservación.

 

        Charles Remsberg, en su Curso “Sobrevivir a patrullas de alto riesgo”, cuando considera la preparación idónea de un policía para que en situaciones de alto riesgo salga vencedor, llega a la conclusión de que la misma debe fundamentarse, por este orden, en los siguientes pilares:

 

        1º.- Una sólida formación técnica de combate con y sin armas.

        2º.- Una adecuada preparación táctica.

        3º.- Una buena condición mental.

 

        Este último elemento tiene una importancia capital y, sin embargo, los entrenamientos tienden a enfatizar casi exclusivamente las técnicas de tiro, y en el mejor de los casos, también las tácticas y las mejoras en el armamento. Pero lo que es en sí el concepto de preparación mental para la supervivencia es todavía, o poco considerado o mal entendido. Tanto los instructores como el policía de calle, o no saben cómo prepararse mentalmente o no aprecian el hecho de estar convenientemente “programado” para una confrontación violenta.  De hecho, y para muestra un botón, las personas que instruyen a los policías para enfrentamientos armados suelen denominarse “Instructores de Tiro”, como si tirar bien, aun siendo un elemento básico, fuera de hecho el único factor de que depende la resolución de un enfrentamiento armado. 

        La mente es el arma más resolutiva que puede llevar el agente durante su servicio. El modo en que esté preparada para las situaciones de alto estrés determinará para quién es más peligrosa, si para el agresor o para él mismo e incluso para inocentes. Cuando la condición mental de los agentes es buena, un agresor tendrá menores posibilidades de alcanzar sus fines.  Pero si ésta es deficiente o nula puede constituir una amenaza para el propio agente, sus compañeros u otras personas.

       

Cuando el policía mal preparado se encuentra inmerso en situaciones de peligro, lo que generalmente decidirá su destino, para bien o para mal, va a ser la suerte.  De hecho a este factor es al que, por desgracia, por irreal, mayor importancia se le da por muchos policías para salir indemnes de un enfrentamiento:  “si te toca, te ha tocado”.

 

De hecho, después de analizar cientos de enfrentamientos armados puede deducirse que los porcentajes de influencia en el devenir de la situación en el caso de una preparación deficiente oscilan entre:

       

La preparación mental        5%

La preparación física   5%

La habilidad en el tiro 15%

La preparación táctica 0%

La suerte                 75%

 

Disciplina mental      

En vez de encontrarse seguros durante el servicio, este tipo de policías opera siempre con miedo a lo que pueda suceder, desconfiando constantemente de su habilidad para controlar algún imprevisto. En realidad, la mayoría de las amenazas a las que pueden verse sometidos podrían evitarse con una preparación adecuada. Así pues, debe concluirse que cabe defenderse con éxito de la mayoría de amenazas, y aunque la suerte, buena o mala, no puede eliminarse nunca del todo, su ranking en la escala de supervivencia puede ser drásticamente reordenado: 

Preparación mental         60%

Habilidad en el tiro             15%

Preparación táctica             15%

Preparación física               5%

Suerte                              5%

 

Respuestas inadecuadas

        Se entiende por tales aquellas que se producen de formas instintiva y descontrolada, por acción u omisión, ante un estímulo estresante; así:

n    El exceso de agresividad, que implica el uso incontrolado de la fuerza física o letal contra personas o cosas en situaciones objetivamente controlables a pesar del estímulo.

n    Uno de los casos más frecuentes en intervenciones armadas en las que intervienen varios agentes es el llamado efecto dominó.  Dicho efecto puede producirse por el sonido de un disparo, la mayoría de las veces involuntario, que provoca la descarga incontrolada del resto de sus compañeros. Posteriormente, nadie podrá justificar ni el porqué ni contra qué disparó.

n    La huida. Como resultado de la incapacidad momentánea de asumir y controlar un hecho estresante, al que se tiene la necesidad o la obligación moral de afrontar.

n    La paralización por el miedo: Es la inhibición de los resortes de conservación, que no sólo repercute en el cumplimiento de un deber sino que frecuentemente cuesta la vida a quien lo padece.

n    Otras, simultáneas o conexas, como:

       

Distracción del pensamiento.

        En momentos de crisis la mente es distraída del hecho concreto para divagar sobre cuestiones triviales. Simplemente se producen y se convive con ellas durante unos instantes:  unos  han experimentado que su mente se ocupaba en redactar titulares de prensa a que darían lugar los acontecimientos en los que estaban inmersos. Algunos se mantienen preocupados pensando en el disgusto de sus familias si supieran qué está sucediendo en esos momentos. E incluso agentes que han resultado heridos de cierta gravedad se sienten invadidos mentalmente por la preocupación del estado de su uniforme. 

 Mente Seguridad-2

Manifestaciones fisiológicas

        El estrés puede producir el descontrol del organismo, antes, durante o después de un episodio grave, manifestándose fisiológicamente por una relajación de esfínteres, vómitos, desvanecimientos, gran sudoración, tics nerviosos, etc.

 

        La sorpresa también es un factor que influye en estos fenómenos. Cuanto más inesperado es el suceso estresante mayor es el porcentaje de posibilidades de sufrir alguno de estos fenómenos fisiológicos.

 

Distorsión sensorial

Distorsiones visuales, auditivas.  Estado que se conoce como “efecto túnel” e impide detectar cualquier otra circunstancia a su alrededor, lo cual es extremadamente peligroso.

 

Es corriente que muchos policías se sorprendan de haber agotado su munición durante un encuentro armado sin haber escuchado ni uno solo de sus disparos. En general, la experiencia demuestra que se dispara entre tres y cuatro veces más de lo que se piensa. Es fácil comprobar y haber experimentado en alguna ocasión estresante cómo las voces o advertencias de algún compañero no fueron oídas a pesar de la escasa distancia con respecto al mismo, durante este estado de excitación.

 

Las alteraciones en las apreciaciones temporales son las más frecuentes de las distorsiones sensoriales. La mayoría de los policías perciben los hechos o mucho más rápido o mucho más lento de lo que en realidad se producen. Pero lo más común es la vivencia de la situación, como si ocurriera a cámara lenta. Apareciendo también las respuestas más lentas de lo que en realidad son. 

Lápsus de consciencia

 

        En no pocas ocasiones todo o parte de un episodio crítico aparece difuminado en nuestra mente.  La persona que lo ha vivido se muestra incapaz de reconstruir coherentemente los hechos.  Es el paso del tiempo quien irá lentamente componiendo el rompecabezas mental.

       

Estos fenómenos relacionados con el estrés se manifiestan con mayor intensidad en aquellas personas que viven por primera vez una experiencia estresante y parece ser que los efectos disminuyen cuando la exposición a dicha situación se repite.  Pero si el primer incidente deja huellas, emociones profundas o miedo, estos se pueden intensificar en la siguiente situación.

 

Las manifestaciones del estrés mencionadas pueden resultar fatales si no se está preparado para asumirlas o cuando menos interferir en nuestra habilidad  para funcionar a un nivel óptimo.

 

La mayoría de actuaciones incorrectas dadas por los policías se deben a la influencia de estos procesos de respuesta ante el estrés. Es pues, imprescindible conocer sus efectos para ejercitarse en el control mental de los mismos.  Y lo primero para ello es que se asuman estas reacciones como respuestas normales ante situaciones “anormales”.

       

Además de afectar a la supervivencia física, los síntomas del estrés pueden tener también consecuencias en el ámbito legal, pues la narración de los hechos reflejados en las diligencias u otros documentos pueden no coincidir con la realidad o discrepar de otros testimonios.  La tensión emocional puede hacer, por ejemplo, que el policía confunda el número de disparos que hizo, el desarrollo de los hechos, la situación, el tiempo transcurrido, etcétera.  Hasta el punto en que agentes que han vivido el mismo suceso tengan una versión distinta del mismo. Estas diferencias de apreciación de la realidad pueden aparecer como un intento del policía por ocultar la verdad. Es por ello que además de la supervivencia existan razones de legalidad y profesionalidad para fomentar esta preparación mental. 

 

Existen multitud de técnicas para manejar el estrés.  Estas incluyen la autohipnosis, la meditación, el ejercicio físico.  Pero la más simple y sencilla de realizar es, sin duda, el respirar adecuadamente.  El tipo de respiración que se asocia con el estrés es rápida y superficial, así que para romper su círculo hay que respirar de modo opuesto, es decir, lentamente y con profundidad.  La mayoría de personas deben aprender a efectuarlo de esta forma, pues aún en situaciones normales tienden a realizarlo pobremente.  Este método de respiración constituye el primer paso para el condicionamiento mental.  Una opción es la respiración abdominal, que permite llenar completamente los pulmones de oxígeno y expulsar el dióxido de carbono, todo ello con un ritmo previamente marcado.  Este sistema puede ser usado en cualquier momento de tranquilidad durante la patrulla.  Respirar bien es el camino hacia la relajación.

 

Autosugestión positiva

 

El estado de relajación conseguido a través de una respiración correcta es el estado requerido para estar mentalmente programado.  Básicamente este condicionamiento mental va a consistir en la implantación psicológica y fisiológica de sugestiones en el consciente y en el subconsciente, para que de forma automática se proyecten en situaciones de peligro.

 

Este es un proceso gradual con varios niveles de complejidad.  El más simple conlleva generar y reforzar los conceptos positivos sobre las posibilidades de éxito ante situaciones armadas.  Esto va más allá que el simple pensamiento positivo, pues debe asentarse en las habilidades que realmente garantizan la autoconfianza.  Es preciso un bagaje de preparación para que este monólogo mental tenga fuerza ante expectativas negativas.  El pensamiento positivo sin fundamento en la competencia profesional es inútil.

 

        En un estado de relajación mental y físico, verificando una respiración abdominal profunda y pausada podemos, comenzar la preparación meditando sobre aspectos a considerar en un enfrentamiento.  Y el primero que surge a simple vista es la posibilidad del usar la fuerza letal y en qué casos estaría justificada.  Normalmente estas consideraciones son evaluadas muy superficialmente por muchos policías.  Algunos ni siquiera se plantean la posibilidad de tener que usarla y otros quizás harán uso de ella de una forma poco reflexiva.  En ambos casos está claro que no se ha pensado sobre el tema y si de antemano no se tiene una idea clara, el policía ante un peligro dudará y perderá unos instantes decisivos o quizás usará la fuerza extrema cuando aún existan otras alternativas.

 

Llevar un arma es una grave responsabilidad social, su uso aún más.  Parece pues lógico que estemos preparados para el caso en que tengamos que usarla y asumir sus consecuencias.  A este respecto es necesario aclarar el sentido que para el agente de Policía debe tener el hecho de hacer uso de su arma reglamentaria y para ello es preciso deslindar dos conceptos que muchas veces suelen ser utilizados como sinónimos cuando no confundidos.  Nos referimos a los términos neutralizar y matar.  Cuando existe una razón adecuada a la ley para disparar sobre un ser humano siempre estará basada en impedir (= neutralizar) un mal de igual o mayor gravedad que el resultado que se puede derivar de tal acción.

 

Salvar la propia vida o la de otra persona es el límite, el fin último y no la destrucción (= muerte) del que pone en peligro esos bienes supremos.  Neutralizar es pues el objetivo, aunque la muerte puede ser en ocasiones su consecuencia.  Ningún tirador, por muy experto que sea, durante una situación de combate es capaz, de disparar para herir y garantizar un efecto no letal en su oponente. Téngase en cuenta que el tiro de defensa se produce en situaciones de máxima tensión emocional y en décimas de segundos.  Su resultado no tiene por tanto ningún punto en común con una ejecución o con un asesinato.

       

Se puede meditar también sobre las sensaciones de ser heridos y las actitudes a tomar en estos casos.  Preguntémonos si seremos capaces de seguir luchando o nos derrumbaremos al primer rasguño, quedando a merced de nuestros adversarios.  Porque permanecer en la calle sin los recursos que nuestra profesión exige puede resultar peligroso no sólo para el agente sino para aquéllos a quienes debe proteger.

 

El lenguaje silencioso con el que cada uno se habla a si mismo permite construir nuestras propias formas de autosugestión; que se sintetizarán en frases de ánimo concisas y concretas que se repetirán mentalmente de forma periódica o ante situaciones de peligro inminente, moldeando así nuestra conducta en línea con nuestras expectativas.  Es preferible que las frases autosugestivas estén construidas con nuestras propias palabras.

 

Concentraos en oír vuestra propia voz y absorbed las palabras.  Algunos ejemplos de estas frases pueden ser:

– Estoy preparado para afrontar situaciones de riesgo y sobrevivir.

– Puedo controlar el problema.

 

Cambiad las frases sugestivas cuando parezcan perder su fuerza.  No uséis nunca la palabra intentar para construirlas, pues implica duda.  Luego, cuando os aproximéis a una situación de alto riesgo, repetid esta frase en vuestra mente consciente, lo que os ayudará a tener confianza en vosotros mismos.  Después de la acción utilizad también frases para felicitaros.  Si no os gusta cómo han salido las cosas, y sin perjuicio del factor suerte u otros fuera de vuestro control, asumid los errores pero reconoced cada logro, no importa lo pequeño que sea.  Respirad para relajaros, ordenad vuestra mente y concentraos en un mensaje como éste: Lo hice bien, traté un problema complicado y lo resolví.

 

Ensayar situaciones de crisis

        El siguiente paso va más allá de la autosugestión.  Es una forma avanzada de reforzamiento positivo, llamado el ensayo de crisis.  Aquí, en vez de mensajes verbales internos, se usan imágenes mentales.  Imaginándoos a vosotros mismos repetidamente en una crisis en la que salís vencedores, os preparáis para responder con la misma eficacia en un asunto similar real.  El uso de la fantasía para poner en práctica las tácticas programa nuestros nervios y nuestros músculos para cuando los necesitemos en realidad.  Un ensayo de crisis no es una ensoñación, es un ejercicio con una finalidad: instruirse a través de una imagen visual.  Cuando una persona adopta esta técnica consigue:

– Que la respuesta mental convierta las tácticas y técnicas de supervivencia en su segunda naturaleza.

– Que la familiarización con situaciones de peligro reste impacto al fenómeno de estrés.

– Que se impriman en la mente respuestas que sirvan de guía a las acciones físicas bajo tensión, haciéndolas lo más conscientes posible.

 

        En resumen, esta táctica psicofisiológica os permitirá convertir lo que probablemente haríais si vuestra vida se encontrara en peligro en lo que seguramente haríais.

 

Para el ensayo de estas situaciones es conveniente pero no necesario un estado de relajación en el que la mente se vea apartada de otras preocupaciones. Imagináos a vosotros mismos actuando en vuestro servicio habitual, bien sea en una patrulla, un seguimiento, una persecución, una detención.  Recread la situación ambiental con la mayor exactitud tratando de visualizar la calle en que os encontráis, los sonidos que os llegan, la gente que os rodea, la hora, etcétera, hasta completar toda la escena con detalle.  Posteriormente lleva la acción a una situación de crisis, en la que os veis amenazados.  Reproducid el aspecto físico de los atacantes, sus armas, sus movimientos lo más exactamente posible.  Ahora considerad qué acciones os podrán proteger.  Seleccionad una respuesta que sea factible realizar.  Quizás decidáis protegeros, moveros en zigzag, dar órdenes verbales para controlar la situación o disparar.  Tratad de experimentar vuestros sentimientos en esa acción y las reacciones del atacante.  Con ello estáis completando la actuación que desearíais realizar.

  Mente Seguridad-3

Todo lo anterior presupone que se conocen las tácticas y técnicas necesarias para responder, sin las que no es posible realizar una buena elección.

 

Al principio puede que necesitéis parar la acción con frecuencia para crear el argumento, pero poco a poco y con práctica esto se supera.  Ralentizad la acción para abundar cada detalle, luego deberemos ir acelerándola como en la vida real, en la que las respuestas físicas se produzcan sin interrupción.  Siempre imaginaos respondiendo con control y calma.  Cuanto mayor sea la integración emocional y física con la acción vivenciada mayor será la impresión en el subconsciente.

 

Posteriormente, ante una situación semejante, vuestro cuerpo y vuestra mente sabrán cómo responder.  Lo habéis hecho cientos de veces en vuestra imaginación.

 

Dicho esto es preciso recalcar que estas prácticas no son un sustituto de la preparación técnica y táctica, sino que se complementan.  Debemos saber cómo actuar correctamente antes de que podamos imaginarlo, puesto que de otra forma no sabremos cómo actuar en los escenarios mentales.  Por consiguiente nuestra actuación será tan buena como las tácticas y técnicas que dominamos.  El ensayo mental de crisis intenta realzar estos conocimientos pero no reemplazarlos.

 

Debemos variar el reto en cada circunstancia, esto impedirá que nos bloqueemos en una situación concreta.  Cualquiera que sea el reto se debe imaginar que es solucionado correctamente.  Nunca se debe imaginar el fracaso ni ensayar algo que pueda salir mal, porque entonces lo que se refuerza son las respuestas equivocadas.  Concentrarse en lo que no se debe hacer puede preparar el cuerpo para que reaccione de esa forma en situaciones de estrés.

 

Algunos rechazan la idea de que las respuestas físicas sean precondicionadas de una forma eficaz con este sistema, pero prueba de que están equivocados es el alto índice de aceptación que este método tiene en la alta competición de muchos deportes.

 

Los ensayos de crisis no deben ser tachados por nadie como paranoia, sino como preparación.  Debe comprenderse que, al igual que preparamos nuestro cuerpo y nuestras habilidades con el equipo del que disponemos, igualmente debemos preparar nuestra mente para actuar de la manera más adecuada posible en cada caso.  Y si cualquier deportista se prepara para ganar, ¿por qué no vamos a hacerlo nosotros, cuando sólo nos va la vida o la integridad física en ello?.

 

 

Germán Esteban Villanueva Caballero

Oficial de la Policía Local de Castellón

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