Carta de un asistente a I «Vivencias»

El miércoles pasado cogí un vuelo hacia Valencia, 10 de diciembre de este terrible 2014 para los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas que han perdido la vida, han sido lesionados o inclusive han quedado incapacitados para el ejercicio de sus funciones, por dar la cara siempre en todo tiempo y lugar ante un hecho de Seguridad Ciudadana, ya fuera su actuación policial comisionada, no comisionada, en horario de servicio, fuera del mismo; en circunstancias sorpresivas, inesperadas o sobrevenidas; afrontadas de forma unipersonal, en binomio o en grupo; en contexto hostil, peligroso, cinturón rojo, corredor delincuencial u cualquier otra zona caliente análoga.

  
Como iba comentando, a las 07:45 horas de esa fecha me monté en un avión con la incertidumbre de vivir una experiencia policial, debo de reconocer que no las tenía todas conmigo, no sabía si el esfuerzo, sacrificio económico y tiempo invertido iban a ser rentables. Pero había que arriesgarse, una vez más el instinto policial me conduciría a una experiencia vital de esta profesión tan jodidamente cabrona que absorbe toda tu vida, máxime cuando has recibido tu bautismo de “sudor, sangre, pólvora y desprecio”. Esa fuerza irresistible que llevaré el resto de mi vida y ya no podré abandonar; que te obliga a ser mejor persona, tener más valor y sobre todo a ser más leal y solidario con los que han sufrido dicho bautismo.

  
Iba como invitado a un acto policial consistente en una convivencia, que organizaba por primera vez una Asociación Profesional de policías valencianos llamada ITEPOL, unos tipos a los que no había visto en mi vida y por ende no los conocía de nada.

  
El acto consistiría en que unos policías iban a relatar los hechos que acontecieron en un enfrentamiento armado, en el municipio castellonense de La Vall D´Uixó un 10 de mayo del año 2000, en un contexto de extremo peligro. Un atraco a mano armada a un establecimiento bancario, perpetrado por un criminal nato, que reúne el perfil de auténtico depredador metódico e inteligente, se trataba de Jaime Jiménez Albe, alias el Solitario; que ha traído de cabeza a las unidades de policía judicial españolas durante más de 10 años sembrando una alarma social por la violencia extrema de sus apariciones.
  

Mi llegada al aeropuerto de Manises sobre las 09:00 hora dejó entrever que la jornada iba a ser interesante, el aterrizaje de la aeronave fue espectacular, saliendo de tierra para entrar en el mar e ir descendiendo hacia la pista, una maniobra y unas vistas espectaculares de la costa levantina y toda la comarca de Valencia.

  
En Salidas del aeropuerto, como estaba acordado con el presidente de la Asociación, vinieron a recogerme dos compañeros de profesión pertenecientes a dicha entidad organizadora. Nos trasladamos al municipio donde se iba a celebrar el evento, Alacuás (Alaquàs), perteneciente al Área Metropolitana de Valencia. Los dos compañeros me invitaron a “almorzar” una ingesta de comida a media mañana, típica valenciana, que no tiene nada que ver con el desayuno que se hace en Andalucía, ver a un mozarrón hincándose entre pecho y espalda un barra de pan de dos cuartas rellena de calamares fritos con un refresco de cola sobre las 10:00 horas de la mañana no es muy común verlo por mi tierra. En ese establecimiento estuvimos departiendo e intercambiando información, experiencias profesionales y como éstas afectan a tu vida privada y familiar.

  
A mediodía, nos fuimos para el punto de encuentro y así contactar con la directiva de I.T.E.POL., conocí a sus miembros y a los dos ponentes intervinientes en la vivencia. Todos me dieron un afectuoso recibimiento, empecé a notar que allí había compañerismo del bueno. Después de intercambiar saludos, el presidente nos señaló el establecimiento donde más tarde íbamos a comer todos juntos. Nos sentamos, empecé a escuchar sus comentarios, bromas y puntualizaciones sobre el acto que estaban organizando, todo muy correcto y dentro un ambiente sano, distendido y a la vez muy profesional. Sabían de lo que hablaban. Observarlos al natural como realmente eran me dio mucha tranquilidad, empecé a empatizar con el grupo, se notaba una complicidad más allá de una mera relación profesional, había afecto verdadero entre ellos, son hermanos de profesión, las miradas son directas, los gestos naturales y todos participan opinando de todo. Me llamó poderosamente la atención el semblante del compañero protagonista de esta jornada, D. José Ramón Quirant Querol, se notaba en su rostro la huella indeleble de aquel trágico suceso que había vivido en primera persona, por mucho tiempo que hubiera pasado, estaba ante un héroe vivo, silenciado y maltratado por una sociedad que ignora la realidad y el verdadero valor de los servidores públicos que exponen sus vidas por la seguridad de los demás. La pasión la lleva por dentro con orgullo y dignidad, como los buenos de verdad.
  
Al finalizar la comida, nos dirigimos hacia el centro donde se iba a celebrar el acto a las 16:00 horas, un castillo medieval precioso muy bien conservado y cuyo interior había sido restaurado, y que el Ayuntamiento de Alaquàs cedió, muy acertadamente, un salón muy acogedor para celebrar el novedoso evento policial.

  
El acto en sí, empezó a su hora, se llenó rápidamente de asistentes; yo tenía reservada una silla en primera fila, miré hacia atrás y empecer a ver rostros de gente que querían escuchar verdades, realidades y experiencias; nada de teoría retórica de chusma de despacho con placas doradas ganadas por el nepotismo o hipotecas existenciales.
  
D. José Ramón Quirant Querol empezó la exposición de su experiencia de una forma muy didáctica, profesional y fácil de entender; al mismo tiempo que era asistido por el otro ponente D. Javier Torres Benavent haciendo hincapié en detalles tácticos y de interés técnico-profesional. El silencio sepulcral se apoderó de la sala, conforme iban avanzando en sus explicaciones del antes, el durante y el después de aquel terrible suceso, volví la vista hacia mis espaldas de nuevo y observé a mucha gente como me encontraba yo, con el rostro desencajado y un nudo en la garganta. Allí se estaba dando una clase magistral de pragmatismo y realidad policial, de humildad, de valor, de lealtad, en definitiva de honor.
  
No voy a entrar a describir lo que se dijo en aquella sala y que se demostró con creces desde la más absoluta y exquisita deontología profesional y de la veracidad de los hechos acontecidos, todo fue muy bien expuesto, razonado y motivado técnicamente policial. Es de justicia y, sobre todo, de respeto que solo y exclusivamente los protagonistas de aquellos hechos sean los legitimados para exponerlos y darlos a conocer, cuándo y cómo ellos deseen.

  
Aquel acto, que duró tres horas, podría llevarme a escribir cien folios, pues fue de tal intensidad profesional y humana que tocó todos los requisitos de un policía vocacional comprometido con su profesión, donde ser policía es un modus vivendi que transciende más allá de lo estrictamente personal, es un compromiso para toda la vida.

  
Independientemente de los hechos narrados respecto a la actuación policial, los ponentes dejaron pinceladas del buen hacer policial, que no se aprenden en ninguna Academia de policía, eso lo da la experiencia, la veteranía, el saber estar y andar por la vida. Cómo conservar y mantener el arma siempre a punto, la ausencia de mercantilismo, aprender de los errores, la mala empuñadura del arma, la lealtad entre compañeros, el ángulo muerto, darlo todo sin esperar nada a cambio, el decoro, los rebotes de la munición, cómo un torniquete salva una vida, la formación por cuenta propia, la animadversión policial, la cautivadora anécdota de la monja con la medallita, un manojo de llaves en un bolsillo…; valores y principios que sin ellos esta profesión no tiene razón de ser.

  
José Ramón fue condecorado “diez años después”; dos policías que intervinieron junto a él, aún hoy en día siguen relegados al ostracismo policial. Aquellos hechos se saldaron con un policía fallecido, tres heridos y muchas vidas arruinadas; uno de ellos, el protagonista de esta vivencia estuvo a punto de perder una pierna, si no hubiera sido por el empeño de un médico cirujano fue sometido a tres intervenciones quirúrgicas, y tardó cinco años en recuperarse del destrozo que le hizo un proyectil de calibre 357.

  
Gracias a la intervención de los policías actuantes, aquello no deparó en una tragedia aun mayor, ya que fueron policías mal equipados e instruidos (y no por culpa de ellos) los que se enfrentaron a un asesino profesional con armas de una capacidad letal superior a las suyas.
  
El acto se cerró con un gesto entrañable, D. José Ramón entregó una medallita de la Virgen a todos los asistentes, él la considera protectora de policías; noté que los asistentes salieron de allí muy satisfechos y al mismo tiempo todavía con el nudo en la garganta. Con el grupo que iba fuimos a un establecimiento cercano a tomarnos unas bebidas para poder ir normalizando nuestro organismo después de haber escuchado y visto las imágenes de tan estremecedora historia policial.

  
Sobre las 19: 50 horas, los mismos compañeros que me recogieron en el aeropuerto de Manises, me volvieron a llevar al mismo, ya que mi vuelo de vuelta a la ciudad hispalense salía a las 20:45 horas, en el aeropuerto me hice una foto con los compañeros y nos dimos un fuerte abrazo a modo de despedida.

  
Ya en vuelo, viendo la ciudad del Turia con una espectacular iluminación, me alejaba hacia Sevilla, mi mente no paraba de pensar en todo lo que se había dicho allí y, sobre todo, en el rostro del ponente y su abrazo afectuoso cuando me dio la medallita protectora, que ya cuelga de mi cuello en mi cadena junto a la placa del grupo sanguíneo que me regaló mi madre cuando aprobé las oposiciones a policía. Al día siguiente, tenía que asistir a las Primeras Jornadas de Criminología Clínica y Aplicada organizadas por la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla.

  
Para finalizar esta carta quiero expresar mi agradecimiento y felicitación a todos los miembros de I.T.E.POL. por tan excepcional evento policial, en especial a Carlos su presidente, Xema y Saku que en ningún momento me dejaron pagar nada, fueron muy atentos y amables conmigo. En el sur de España siempre me tendrán para lo que les haga falta. Mi historia policial la tendrán a su disposición para repetir tan magnífica experiencia policial. Esta línea de aprendizaje no debe parar, el conocimiento empírico se impone al teórico, la realidad supera a la ficción y en el mundo policial 2+2 casi nunca son 4.

  
La Seguridad Ciudadana es una materia policial que no distingue de uniformes, de Comunidades Autónomas, de Cuerpos Policiales, de Unidades, de Turnos, de Secciones. El policía convencional (de proximidad o calle) está solo ante el peligro, por ello, toda la formación y apoyo es poco en los tiempos que vivimos, no dejemos que los ataúdes con banderas y vidas arruinadas sean noticia cotidiana en nuestro mundo policial, pues ya estamos hartos de comprobar que no les importamos nada a los demás. Tenemos que seguir trabajando en la línea empírica, científica y técnica para que la realidad policial sea tenida en cuenta y no sea transformada en una ficción administrativa o judicial, que no tiene nada que ver con la realidad y la verdad de los hechos que suceden en las actuaciones policiales.

  
Un afectuoso abrazo a todos, han sido magníficos. Casimiro Villegas Montero.

 

Sevilla, 15 de Diciembre de 2014.-

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