ARTICULOS I.T.E.POL.
Este artículo va dirigido, ni qué decir tiene, a aquellos policías implicados en su labor diaria, con conciencia de lo que representan y preocupados por desarrollar bien sus funciones en cualquier situación. A aquellos que son conscientes de los que supone estar prestando servicio en la calle, la posibilidad de verse inmerso en cualquier tipo de intervención que requiera un óptimo nivel de formación jurídica, táctica, técnica y física por nuestra parte.
En este artículo queremos centrarnos en las exigencias o necesidades físicas en el trabajo policial y de la optimización del entrenamiento físico para la consecución de un objetivo, es decir, que nuestras sesiones de entrenamiento físico sean lo más funcionales y adaptadas a las exigencias físicas que se nos pueden presentar en una intervención.
Tener una adecuada condición física puede ser determinante a la hora de luchar por nuestra supervivencia.
Muchos agentes de policía identifican el mantenerse en buena forma física con la práctica de sus deportes favoritos en su tiempo libre. Bien, esto es un error, puesto que no podemos asemejar nuestro óptimo rendimiento en un determinado deporte (natación, ciclismo, culturismo, paddle, tenis, etc..) con el rendimiento físico necesario en una intervención policial, como por ejemplo, perseguir corriendo a dos jóvenes delincuentes que han robado en el interior de un restaurante de la zona portuaria, teniendo que saltar muros de separación entre muelles, saltando obstáculos y, tras darle alcance a uno de ellos, tener que reducir, controlar y engrilletar finalmente al individuo (con ayuda del binomio).
Además no se puede olvidar la influencia del factor emocional, el estrés, que va a suponer un plus de exigencia a nuestro organismo.
Esta suma de exigencias psicofísicas no se pueden desarrollar mediante la práctica de disciplinas deportivas aisladas, sino mediante la combinación adecuada de ejercicios cuyo fin es intentar ser lo más completos posibles. Tener fuerza, potencia, resistencia cardio-respiratoria, resistencia muscular, velocidad, equilibrio, agilidad y coordinación (psicomotricidad).
Para llevar a cabo un entrenamiento físico completo adaptado a las necesidades físicas requeridas en las situaciones a las que se ha de enfrentar un policía, entendidas como situaciones de empleo de la fuerza o de esfuerzo físico debemos observar dos partes diferenciadas dentro del programa de trabajo o entrenamiento, si bien no supone una separación estricta en el trabajo pues ambas partes se combinan.
Una parte de entrenamiento físico general, que se desarrolla mediante la realización de levantamiento de pesos, ejercicios gimnásticos con el peso corporal, ejercicios pliométricos, carrera, etc. que pueden parecer similares a los habituales, si bien el desarrollo de las técnicas específicas en cada ejercicio y el modo de combinarlos entre sí, así como el incremento progresivo de la resistencia en cada uno de ellos nos van a permitir tener una base óptima de fuerza y resistencia.
La otra parte del entrenamiento se centra en potenciar y mejorar nuestro equilibrio, agilidad y coordinación, mediante ejercicios en los que mejoremos la propiocepción, que es el sentido que informa a nuestro organismo de la posición de nuestros músculos, de nuestro sistema esquelético y articulaciones, pudiendo percibir de forma instintiva el posicionamiento de partes corporales contiguas y el posicionamiento de cada una de estas partes corporales respecto al espacio. Ejemplo muy claro trasladado a una situación en el campo policial es el poder encarar el arma contra una amenaza letal en movimiento o estática de forma efectiva, estando el policía en movimiento buscando cobertura, sin posibilidad de alinear elementos de puntería ya que estamos focalizando nuestra visión sobre la amenaza.
Mejorando el sentido de la propiocepción, además de mejorar nuestro equilibrio, agilidad y coordinación, conseguiremos un mejor mantenimiento del nivel de alerta de nuestro sistema nervioso.
Realizaremos también ejercicios basados en movimientos que ejecutamos en las situaciones de esfuerzo físico que se pueden dar en nuestro trabajo durante una intervención, como movimientos y desplazamientos, levantarnos del suelo empuñando el arma contra una amenaza letal, técnicas de defensa a mano vacía, transiciones, etc. que pretenden cubrir las necesidades específicas de nuestro trabajo. Incrementaremos progresivamente la intensidad en cada movimiento y la duración de los ejercicios prestando especial atención a la ejecución de la técnica, que ha de estar basada en cada uno de los movimientos que efectuamos o desarrollamos en la ejecución estas técnicas “en el terreno”.
Desarrollando esta serie de ejercicios específicos también llamados “drills” en el mundo de la lucha, podremos aumentar nuestra resistencia muscular y cardio-respiratoria en el desarrollo de acciones defensivas o de esfuerzo físico en nuestro trabajo además de poder integrar el aprendizaje y perfeccionamiento de la técnica a realizar con el desarrollo de nuestro potencial atlético.
Los drills nos permiten desarrollar nuestras habilidades técnicas a la máxima potencia e intensidad sin lesionarnos, si las desarrolláramos de forma prolongada durante un sparring o escenificación siempre a plena intensidad correríamos el riesgo de lesionarnos.
De esta forma lograremos realizar el movimiento específico de cada acción de la forma más eficiente y con la máxima potencia e intensidad lo que se traducirá en mayor eficiencia, potencia y resistencia en la actividad que vayamos a desarrollar durante una intervención.
Mediante el presente artículo espero haber aproximado al lector profesional de la seguridad a la teoría básica en que debería basarse la preparación física de un profesional de este ámbito. A servir de ayuda para reflexionar sobre la importancia de la condición física en la vida de un profesional de la seguridad “en activo”, en la que se pueden dar situaciones en las que la diferencia entre la vida y la muerte o las lesiones y la salud están condicionadas por un factor determinante, la condición física.
No olvidemos que el tener una buena condición física no sólo nos aporta beneficios físicos, sino también psicológicos. Cuanto más en forma estemos, más seguridad tendremos a la hora de afrontar determinadas situaciones. Además más seguridad se denotará en nuestra actitud y ésta también será percibida por el resto de personas del exterior que tendrán una percepción positiva del agente respecto de su actitud y preparación lo que se traducirá en una sensación de seguridad y confianza.
Es importante recordar que no se trata de parecer fuerte, sino de serlo… además de resistente, rápido, ágil… lo más completo posible.
Estos son los conocimientos básicos de un simple policía que se preocupa por mantenerse en forma para el correcto desempeño de su trabajo. Conocimientos adquiridos tras muchos años de entrenamiento, errores y aciertos hasta hallar el camino en la dirección correcta.
Para profundizar más en este tema de la preparación física, desde un punto de vista más especializado, tendremos la oportunidad de contar con la aportación de personas expertas en este tipo de acondicionamiento físico en un próximo artículo. Hasta entonces……………………………………….
¡¡¡A ENTRENAR!!!