ARTICULOS I.T.E.POL.
El primer problema con el que topamos cuando respondemos a un aviso o alarma de atraco, si bien afortunadamente, es que la inmensa mayoría suelen ser falsas, lo que suele llevar a que las aproximaciones de los Policías se lleven a cabo con exceso de confianza y sin adoptar las más elementales medidas de autoprotección. La impericia de un empleado, una limpiadora, una avería en el sistema, su fragilidad ante los elementos (lluvia, viento,…) y un largo etc. podrían apuntarse como motivo de las activaciones injustificadas.
Ahora bien, lo primero que debemos grabar en nuestra mente es que, al menos mientras estemos de servicio, NADA ES RUTINA, máxima que se aplicará a cuantas aproximaciones tácticas podamos realizar; desde alarmas de atraco hasta las aparentemente simples llamadas por peleas en el hogar, situaciones estas en las que más de un Policía ha resultado herido o muerto por no anticipar el maremagno de violencia que en el domicilio se podía generar.
Charles Remsberg, autor norteamericano de varios libros sobre táctica policial, incluye en uno de ellos: “The Tactical Edge” –La Ventaja Táctica: Sobreviviendo a Patrullas de Alto Riesgo, un apartado dedicado a estas siempre delicadas y peligrosas intervenciones.
Analizando numerosos informes que el FBI realiza semestralmente, sobre cómo los policías manejan situaciones de atraco, Remsberg destaca varios puntos a tener en cuenta a la hora de abordar el aviso.
Así, mientras las agresiones cometidas sobre clientes o empleados se deben mayoritariamente: a “no transigir en las demandas de los atracadores” y a “espontáneos intentos de desarme”, en las menos han sido “gratuitas” y sin provocación alguna a los delincuentes, generalmente, sólo en casos en los que los delincuentes sufrían algún tipo de psicopatía. Pero ATENCIÓN, los policías raramente entran dentro de estas categorías. En la mayoría de las ocasiones, han sido heridos o muertos POR LA FORMA ENLA QUE HAN INTERVENIDO en estas situaciones.
Donde las alarmas eran silenciosas, los policías se aproximaron sin ninguna precaución, como si de una rutina se tratase, ya que según este autor, más del 95% de las mismas son infundadas. Es por ello que se suele asumir que “nos han interrumpido el bocadillo, unos minutos de descanso o lo que sea de lo que estuviésemos disfrutando, por la misma alarma de siempre”, que suena “porque funciona mal”, “porque se ha colado algún animal”, porque “la ha disparado alguna emisora de algún taxi”, o “por la lluvia”…
En ocasiones, aun a pesar de la existencia de visibles signos de peligro, esa asunción de que “no pasa nada” continúa hasta el momento mismo de producirse el ataque.
Los fallos que se han detectado más frecuentemente son:
– aproximaciones a descubierto,
– armas enfundadas cuando ya deberían estar empuñadas y en disposición de hacer uso de ellas, y finalmente
– entradas “a saco” en las entidades o locales (tipo kamikaze).
Dado que lo que ponemos en juego en todo caso, cuando menos, es NUESTRA VIDA, no deberíamos asumir riesgos innecesarios, máxime teniendo en cuenta que a priori no sabemos con qué nos vamos a enfrentar: si habrán huido o no, si será o serán vulgares delincuentes o atracadores profesionales (y ejemplos tenemos más que de sobra, en los que hombres que sabían lo que hacían, han utilizado medios más que excepcionales como transmisiones, armas automáticas, como por ejemplo en Córdoba, en donde dos compañeras de la Policía Local resultaron muertas), incluso fusiles de asalto y hasta explosivos; en Alicante, en un asalto a un furgón de transporte de fondos; planes cuidadosamente adoptados, de vigilancia, perpetración, fuga, etc.). Pero cuidado. Incluso en aquellos casos y aun teniendo en cuenta que la mayor parte de estos delitos se cometen, más basados en el impulso que en estrategias elaboradas, y por delincuentes “habituales”, ello no les resta peligrosidad.
Otro punto destacado que hay que tener en cuenta es que habitualmente los atracos se cometen con rapidez. La regla dicta que su duración suele ser inferior a los dos minutos, lo que hace que en muchas ocasiones ya se hayan ido cuando la Policía llega al lugar, PERO NO SIEMPRE. La duración de su ejecución puede depender de muchas variables. Según Remsberg, incluso dentro de los cuatro primeros minutos hay un 50% de probabilidades de encontrarlos aun dentro, lo que ofrece muchas posibilidades de enfrentamiento si nuestra respuesta y llegada al lugar de los hechos es inferior a este tiempo. Y evidentemente, si nos encontramos cerca del lugar cuando se recibe el aviso, estas probabilidades se incrementan considerablemente. También puede ocurrir que los atracadores se hayan encontrado con problemas inesperados en el interior o que se haya producido cualquier otro imprevisto que ralentice la huída que tenían pensada, motivos que aumentarán más aun las posibilidades de encontrarlos a nuestra llegada.
En el momento de abandonar la entidad atracada, aunque no estén influidos por drogas, su adrenalina estará por las nubes debido a la excitación y al estrés, por lo que su atención funcionará como un sofisticado radar y su peligrosidad será extrema ante lo inesperado de sus reacciones.
Por todo esto, si recibimos un aviso de atraco, lo mejor que podemos hacer es asumir que éste está todavía en marcha y anticipar en todo caso la probabilidad un enfrentamiento armado, adoptando las medidas de seguridad más adecuadas y desarrollando un procedimiento de intervención, idealmente, pre-planificado.
Aproximación y despliegue
La primerísima regla es NO ENTRAR en el lugar del atraco, al menos inicialmente. En el interior, las posibilidades a favor de los atracadores son abrumadoras, ya que un enfrentamiento allí supondrá jugar en su campo, con sus reglas y muy posiblemente, con demasiados condicionantes en nuestra contra, dado que habrá empleados y muy posiblemente también clientes.
En términos del proceso OEDA (proceso mental que atravesamos todos: Observar, Evaluar, Decidir, Actuar), nosotros no podemos localizar a los delincuentes, evaluar la situación, decidir y actuar hasta que estamos dentro, pero éstos pueden con mucha anticipación prever nuestro punto de entrada (que generalmente será único) y estar preparados para disparar tal y como atravesamos el umbral de la puerta (zona conocida, al igual que cualquier otro punto de acceso, como “embudo fatal”, en la que hipotéticamente se concentrarían los disparos de uno o más adversarios que se encontraran en el interior). Ellos sólo tienen que ver nuestro uniforme o si vamos de paisano, intuir que somos Policías), mientras que nosotros podemos encontrarnos fácilmente con demasiadas personas a quienes observar y no poder discriminar las amenazas a simple vista. Incluso pueden tener algún cómplice que simule ser un cliente más y pasar desapercibido para todos para casos de “emergencia o imprevistos”, en la modalidad de “durmiente” hasta que finalice el hecho. O incluso ponerse en el lugar de un empleado. Estratégicamente situados, tendrán un blanco claro sobre cualquiera que traspase la puerta sin que por contra puedan ser identificados y localizados rápida y fácilmente.
Dentro, vayamos solos o apoyados por un compañero confluyen demasiados elementos a considerar y las opciones que se nos presentan de controlar la situación son casi nulas. Más aun, un simple atracador, reaccionando a la amenaza que le suponemos, puede dispararnos teniendo una única cosa en mente: escapar. Y aunque posiblemente a él o a ellos no les importe un pimiento, para nosotros, la presencia de personas inocentes en un espacio cerrado hará poco menos que imposible el uso seguro de nuestras armas.
Al entrar podemos ser engañados incluso por la/s persona/s que queremos detener (algún desconocido puede decirnos: “se acaban de ir por esa calle”; están ahí dentro”…).
Considerando lo dicho, en lugar de precipitarnos al interior, tenemos la posibilidad de sacar ventaja de la sorpresa esperando fuera a que salga algún delincuente que aun pueda estar dentro, al tiempo que vamos obteniendo información sobre el número de atracadores, su armamento y sus intenciones de fuga (aunque cuidado también con esto. Luego lo comento), mientras nos llega apoyo y conseguimos superioridad táctica. De igual forma reducimos el peligro de balas perdidas o de rebotes que pudieran darse en un tiroteo para los civiles que puedan estar en el interior. Aun si somos vistos y los atracadores tomaran rehenes, la situación (sin ser nada deseable) sería menos amenazadora para las víctimas que un tiroteo estando ellos de por medio. Cuanto más podamos ralentizar los hechos en el lugar, mejor podremos contener y controlar el incidente y concluirlo con éxito. El tiempo, suele estar siempre a favor de la Policía.
Manteniendo la distancia con respecto al punto del atraco disminuimos el riesgo de ser sorprendidos por cómplices que esperen en el exterior o de ser cogidos como rehenes (tened siempre cuidado a vuestra espalda; no siempre están dentro TODOS los atracadores y es fácil caer en el llamado “efecto túnel”, de modo que todos cuantos acudierais al incidente os concentrarais en la entrada de la entidad atracada, cuando algún cómplice pudiera daros, cuando menos, el susto de vuestra vida a vuestras espaldas; incluso como en el caso de dos compañeros míos, aquí en Castellón, en el que mientras controlaban la entrada del banco desde un portal colindante, se vieron envueltos en un tiroteo a muy corta distancia cuando los atracadores salieron a sus espaldas por el butrón que habían hecho para acceder a la entidad bancaria).
Pero aun siendo atacados por los atracadores a su salida, cuanta más distancia haya entre ellos y nosotros, mayores posibilidades tenemos de salir indemnes (recordad siempre este principio táctico, aplicable a cualquier situación: “debemos poner la máxima distancia entre nosotros y nuestros potenciales adversarios y ofrecerles la mínima exposición posible”).
Un buen despliegue comienza con una aproximación encubierta o sigilosa, evitando poner sobre aviso a los delincuentes y atraer innecesariamente a curiosos a lo que puede ser una zona letal (en la que pueden cruzarse disparos por ambas partes), por lo que nuestras luces de emergencia y sirenas deberían ser desconectadas a suficiente distancia del lugar del atraco, estas últimas, al menos, a un kilómetro, y de noche o en despoblado a más distancia.
Algunos compañeros abogan por todo lo contrario, defendiendo que al oír las sirenas huirán del lugar y al llegar ya no estarán allí, con lo que evitaremos problemas. Pero esto, además de ir en contra del espíritu de nuestro servicio puede resultar engañoso y peligroso. Por poner algunos ejemplos: Puede que oyendo la aproximación de la Policía se pongan nerviosos, se precipiten, hieran a alguien, lo cojan y huyan con un rehén (que no querríamos fuera nuestra mujer o marido, por ejemplo) complicando la situación del mismo ante la posibilidad de que quieran eliminar testigos de cargo; puede que realmente tengan problemas en el interior o en el exterior y ni queriendo puedan huir enseguida; puede que ya hayan herido o asesinado a alguien y permitamos que sigan circulando libremente sujetos peligrosos y armados que pueden repetir la historia o incluso llevarse por delante a cualquier compañero cuando les de el alto por haberse pasado un semáforo en rojo…,y, en fin, puede…tantas cosas que el sentido común ya dicta que no es una buena opción.
Debemos tener presente que cuantos más coches patrulla acudan al mismo punto, más aumentarán las posibilidades de que se enteren los delincuentes de nuestra presencia y de añadir confusión a la situación. Lo mejor es que si acuden más de dos patrullas, las siguientes se dediquen a tareas de establecimiento de perímetros de seguridad y a despejar la calle de transeúntes, corten el tráfico de vehículos y personas, y si disponemos de patrullas de sobra (cosa poco habitual), que éstas patrullen las calles adyacentes que puedan ser utilizadas por los atracadores para su huída.
En nuestra aproximación deberíamos tratar de evitar la calle (cuando sea posible) en la que se está produciendo el hipotético incidente hasta el último momento posible. Es mejor aproximarse por una calle paralela y coger la calle “caliente” en la esquina más próxima, lo que además maximizará la sorpresa si alguno de los delincuentes está vigilando. El que llega primero al lugar es el que debiera tomar las riendas de la intervención provisionalmente y quien informara y dirigiera a las patrullas de apoyo, al menos hasta que el Jefe de Servicio u otra persona más capacitada llegue y tome el mando.
Como se ha apuntado antes, lo ideal sería que en donde fuera posible, el despliegue fuera pre-planificado y ensayado. En poblaciones pequeñas (y con voluntad, también en otras mayores), pueden compilarse fichas sobre los puntos más susceptibles de ser atracados y el patrón de respuesta o protocolo a seguir en su caso por los policías que acudan a una llamada de este tipo, incluyendo el despliegue con sus posiciones, los abrigos recomendados, etc. Sería más que recomendable que por parte de los responsables policiales, se contactara con los encargados de estos establecimientos para asegurarse de que comprenden qué sí y qué no deben hacer en caso de activar un aviso de atraco, así como lo que se espera de ellos y de sus empleados. E independientemente de que de forma institucional se desarrollen o no estos protocolos, nada impide que nosotros y nuestros compañeros desarrollemos nuestros propios planes de respuesta para los lugares que creamos pueden en algún momento ponernos en jaque (gasolineras, drugstores, etc.).
Durante las largas horas de patrulla muchas veces hablamos de dónde se come bien, de tías, de tíos, de pesca, de fútbol, de ordenadores, contamos chistes, pero raras veces hablamos sobre qué haríamos, por ejemplo, si un individuo cogiera súbitamente como rehén a cualquiera de nosotros; en muchas ocasiones ni siquiera seguimos un mismo procedimiento de aproximación y actuación cuando damos el alto a un vehículo sospechoso. Todos estos supuestos y muchos más, como el de un atraco pueden ser desarrollados en los denominados “ensayos de crisis” (los definiremos rápidamente como el planteamiento mental de actuación por nuestra parte ante hipotéticos supuestos peligrosos. Los pilotos de líneas aéreas simulan estos supuestos de emergencia constantemente, planteándose a qué aeropuertos o qué maniobras realizarían en diversos casos de anomalía, a lo largo del vuelo) y en los juegos mentales tácticos que podemos plantearnos mientras estamos de patrulla. No es en la paranoia sino en la preparación en donde radica la clave del éxito. Nadie que crea en la vacuna como medio eficaz para prevenir determinadas enfermedades, espera a contraerlas para ir a vacunarse. Por lo tanto, tampoco parece que deba identificarse con paranoia, prepararse adecuadamente para sucesos de esta índole antes de que ocurran, entre otras cosas porque puede que después no haya una segunda oportunidad.
Nuestro despliegue, al igual que nuestra aproximación, debería ser tan indetectable como fuera posible para nadie del interior, especialmente porque se estima que 9 de cada 10 situaciones con rehenes en caso de atraco se deben a que los delincuentes descubren que la Policía está fuera. Pero también para cualquiera del exterior, que en caso de ser cómplice, podría comunicarse con sus compinches y delatar nuestra presencia (¿veis a alguien en el exterior, a pie o en el interior de un vehículo utilizando algún móvil? ALERTA).
En orden a ocultar tanto nuestra aproximación como el posterior despliegue, mientras esto sea posible, deberemos ser conscientes de:
n El ruido que podamos producir. Los ruidos de nuestras emisoras, además de delatar nuestra presencia, delatan igualmente nuestra posición (es mejor emplear auriculares), por lo que conviene al menos, bajar el volumen de las mismas. Y seamos conscientes de la existencia de los scanners, que también pueden hacer que los delincuentes conozcan anticipadamente nuestros movimientos.
n Nuestro movimiento. No debemos correr desde el coche patrulla hasta el punto de observación elegido. Los policías corriendo alarman a los viandantes lo que puede ayudar a que se nos detecte, eliminar la sorpresa, impedir un buen despliegue o convertirnos inadvertidamente en blancos. También atraerá la presencia de curiosos, que quedarán expuestos al peligro de ser alcanzados en caso de tiroteo. Igualmente, correr agita nuestro pulso, lo que afectará inmediatamente a nuestra puntería en caso de necesitarla.
n Nuestras luces. El delito de robo con intimidación con armas no sólo se produce en entidades bancarias que operan únicamente de día. En estos otros casos, de noche, si es posible, alcanzad vuestra posición con las luces apagadas. Recordemos el riesgo de convertirnos en siluetas (aunque en determinados lugares y excepcionalmente, la luz puede ayudarnos a que los de dentro no puedan ver apenas más allá de la puerta).
n Nuestro abrigo. En aquellos lugares con amplias cristaleras, hacer una aproximación segura es casi imposible, por lo que contar con unos prismáticos será ideal para observar el lugar adecuadamente a una distancia razonable. Debido a las circunstancias podéis veros obligados a dejar que vuestra presencia sea detectada, pero NUNCA DEJEIS UN ABRIGO DE LA CLASE QUE SEA, sino es para alcanzar otro mejor, bien por su posición, bien por su protección.
Durante el período inicial podemos intentar controlar discretamente el tráfico de peatones y vehículos para despejar una posible “zona de fuego” entre nosotros y la salida.
También tenemos que tomar una decisión para con los civiles que puedan encaminarse a entrar en el lugar crítico. Si dejamos nuestra posición a cubierto para avisarles podemos ser más vulnerables ante un ataque desde el interior, pero por otra parte, si decidimos no avisar a nadie y alguien se mete en la boca del lobo puede resultar herido o muerto. Por lo tanto, debemos tomar todas las precauciones posibles, y mientras se pueda, evitar que pueda aumentar la lista de potenciales rehenes: intentamos que no entre nadie.
Al aproximarnos y desplegarnos en cualquier lugar, debemos estar alertas ante posibles cómplices en el exterior, así como a vehículos que puedan esperar a éstos para la fuga. Debemos intentar aprehender la escena completa: escuchar sonidos que puedan ser una señal; observar puertas, áreas de sombra, vehículos estacionados o detenidos; buscar personas que empiecen a moverse sospechosamente o a dejar el lugar, y especialmente a aquellas que se nos aproximen, más aun si no podemos verles las manos. Lo que parece normal o inocente puede no serlo. Ojo con las mujeres (y no es que tenga ni mucho menos nada en contra del sexo femenino), pero su apariencia frágil podría llevarnos a engaño.
Si detectáis un vehículo sospechoso y no podéis actuar encubiertamente, pedid apoyo, tomad posiciones que os permitan controlarlo sin descuidar el objetivo principal (el punto del atraco), así como a cualquiera que se le aproxime…y esperad. Intentar controlar y actuar simultáneamente sobre dos objetivos, es algo que ya nos desborda y que nos pone las cosas aún más feas.
Verificación
Para verificar la llamada, podrían enviarse al interior agentes de paisano, desarmados y sin identificación policial. En teoría, deberían pasar como clientes para los atracadores y pueden ver lo que pasa sin delatar la presencia uniformada del exterior. No obstante, esto también es jugar con fuego y poner a prueba el “sexto sentido” de los delincuentes, así como arriesgarse a fallos humanos por parte de los policías que, en un exceso de confianza o por un error de cálculo, pueden intentar resolver la situación por sí mismos.
Quizás sea mejor y más seguro para todo el mundo que los agentes de paisano patrullen las calles adyacentes o las rutas lógicas de escape, buscando el vehículo de los delincuentes o a éstos huyendo.
Una opción más segura es que desde nuestra Central o Sala se llame por teléfono al establecimiento, sin perderse de vista sus accesos, pidiéndosele al responsable del mismo que salga a la calle a entrevistarse con los policías. Para facilitar esto puede, al igual que en el caso anterior, elaborarse una lista con los nombres y números de teléfono de los responsables de estos establecimientos (lo que también es una buena idea para el caso de que dispongan de alarma exterior y sea necesario localizarlos en horas no laborables para desconectarla cuando suena injustificadamente y molesta a los vecinos).
Si desde el establecimiento se informa que no se ha producido ningún atraco o que los atracadores ya se han marchado, se le debe pedir al comunicante que salga SÓLO el responsable para entrevistarse con nosotros. Es conveniente pedir una descripción de la persona que va a salir para contactar, así como que se dirija a algún punto concreto y bien visible (como puede ser un buzón de correos o una fuente) para que podamos observarle detenidamente. El policía que llame debe advertirle, y nosotros estar al tanto de que así es, que sus manos estén siempre visibles y mientras tanto, lo mejor es permanecer todos a cubierto y sin bajar la guardia hasta que se consiga la identificación de esta persona como quien dice ser y se compruebe que la zona es segura.
Remsberg prevé la posibilidad de camuflar la llamada ante el caso de que los atracadores pudieran estar aun dentro del establecimiento, utilizándose también un código preacordado. En esas fichas que hemos comentado podríamos tener en nuestros archivos, deberían contenerse los nombres de las personas de dicho establecimiento que conocen el código o las palabras clave. Deben ser al menos tres para evitar las posibilidades de que por quien coja el teléfono se diga que están ausentes. Se pregunta por una de esas personas o se llama directamente a la extensión o teléfono (si lo tiene) de esa persona en concreto. Por ejemplo:
POLICIA: ¿Sr. García? Le llamo de la Notaría Roca para que me confirme si pasarán hoy a firmar las escrituras que dejaron.
EMPLEADO: No (si la alarma no está justificada). Sí (para el caso de que el atraco esté produciéndose).
POLICIA: (En caso de que sea sí): Exactamente ¿a qué hora pasarán?
EMPLEADO: Sobre las 2 (este número indicaría la cantidad de atracadores)
Otra posibilidad que cita este autor es confeccionar otra ficha con códigos preacordados, , por ejemplo:
1 2 3 4 5
A 12 24 42 33 19
B 9 13 77 31 22
C 5 11 49 53 34
de tal manera que desde la Central se les llame a estos responsables y se les diga (p.e.): “¿Sr. García? Le llamo de la Intervención General para verificar en C-4. Si la respuesta es 53 cabe pensar que todo está bien, aunque siempre con reservas. Deberá comprobarse personalmente. Si no es 53 o no hay respuesta, cabe pensar que el atraco está realmente produciéndose.
Por muchas razones será muy fácil que nos encontremos con posturas reacias a seguir tales procedimientos, pero es conveniente hacer ver que siempre es mejor y más seguro para todos seguir patrones de conducta preestablecidos, que el hecho de que tanto víctimas como la Policía actúen “por libre”, lo que puede suponer que se cometan errores y riesgos innecesarios.
En situaciones con rehenes, no deberíamos bajo ninguna circunstancia, ofrecernos voluntarios para canjearnos por los anteriores, lo que únicamente puede complicar la situación y exponernos a un riesgo muy alto de resultar heridos o muertos. En principio no hay nada en contra de los rehenes por parte de los atracadores, pero SIEMPRE hay una especial animadversión hacia los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Una vez entrevistada la persona de contacto, y si parece que todo está bien, podemos considerar entrar para comprobar personalmente que así es y/o proteger las pruebas que puedan haber dejado en su caso los atracadores y recoger información de los testigos. Sólo debería entrar un policía inicialmente, que será quien tras una minuciosa inspección, si lo ve todo correcto salga y de la señal a los demás. Pero en todo caso, dejemos que el entrevistado entre delante de nosotros, lo que puede ofrecernos aunque sea un mínimo tiempo de reacción para el caso de que detectemos algún peligro.
El que entre debe ser consciente de que todavía podría haber algún delincuente en el interior, y especialmente de aquellos puntos del interior que no estén en su directo campo de visión. Asimismo debe serlo de realizar la comprobación lo más cerca posible de lo que en su caso podría utilizar como abrigo (por ejemplo, una columna de hormigón; una esquina). Aun habiendo huido los atracadores puede quedar algún cómplice camuflado dentro y su reacción es imprevisible, especialmente si se siente descubierto.
Y aun a riesgo de parecer exagerado, aunque seáis los que entren a continuación, manteneos alerta al aproximaros y al entrar. Vuestro compañero puede estar siendo obligado a daros la señal de que todo está bien y conduciros sin quererlo a una trampa.
También cabe la posibilidad de que no se conteste al requerimiento de control de la Policía: porque los teléfonos hayan sido arrancados, cortada la línea telefónica, los empleados y clientes hayan sido encerrados en una habitación, etc. Cuando ocurra esto, esperad, al menos, 10 minutos antes de iniciar una aproximación, previendo una posible salida súbita de los atracadores. Mientras tanto intentad que algún compañero vea qué ocurre en el interior mediante prismáticos, ganando altura, o de cualquier otra forma. Conforme más policías puedan desplegarse, empezad a despejar la “zona caliente” y a establecer un perímetro firme. Nuestro primer objetivo debe ser estabilizar y contener la situación, como lo haríamos en un caso con toma de rehenes, caso en el que cualquier intervención debería dejarse en manos de unidades especiales, las cuales deben ser requeridas sin dilación desde el momento en que se conozca esta circunstancia.
Enfrentamiento
Hay que prever también la posibilidad de que la persona que salga del establecimiento al que hemos acudido, incluso antes de que se haya realizado ninguna llamada de verificación, sea el atracador mismo. Esto es mucho más probable si nuestra llegada al lugar desde que se da el aviso es muy rápida.
Si no estamos a cubierto en el momento de localizar al/los atracadores, nuestra primera preocupación debería ser ponernos detrás de abrigo. Si ya estamos desplegados, nuestras acciones vendrán determinadas por rápidas y continuas evaluaciones de las circunstancias, por ejemplo:
¿Estamos en situación de controlar todo lo que debe preocuparnos? Si es así podemos gritar: “Policía, No se mueva”, todo ello desde abrigo. Debemos ordenar a los delincuentes que nos den la espalda, dejen las armas en el suelo fuera de su alcance y mantengan las manos en alto. Igualmente debemos intentar que se alejen de entradas y ventanas y que se sitúen en un punto en el que podamos controlarlos, situarlos en posición decúbito prono, y esperar para esposarlos, cachearlos y trasladarlos a que llegue el ansiado apoyo.
¿Nos superan en número o en capacidad de fuego?; ¿Hay transeúntes en las proximidades que pudieran resultar heridos?; ¿Hay rehenes?; ¿Estamos en desventaja táctica? En todos estos casos y en aquellos en los que nuestras posibilidades de éxito sean escasas, debemos intentar en la medida de lo posible evitar que se produzca un tiroteo, y nuestra mejor opción puede ser incluso dejar escapar a los atracadores (en principio, siempre que no lleven rehenes), dar por radio una completa descripción de los mismos, del vehículo en el que han huido y de sus armas, así como cuanta información pueda ser útil para su localización. Otras patrullas pueden tener la opción de interceptarlos en condiciones más favorables, o incluso nosotros mismos podemos retrasar la acción e intervenir con posterioridad (p.e., siguiéndoles con vehículos camuflados y utilizando el elemento sorpresa).
¿Estamos nosotros, nuestros compañeros o inocentes en inminente peligro de ser gravemente heridos o muertos? Si es así, el uso de las armas estará plenamente justificado. Pero antes de jugar esa carta, debemos estar seguros de identificar nuestros objetivos y discriminar las amenazas. No cualquier persona que sale corriendo de un banco debe ser precisamente un atracador, sino que puede ser alguien que huye. Pero tanto si se inicia o no un tiroteo, debemos intentar que cualquier orden que se les de a los presuntos atracadores sea dada cuando éstos estén lo suficientemente alejados de las entradas al establecimiento y no tengan cerca ningún viandante, para evitar que vuelvan sobre sus pasos y tomen rehenes. Igualmente debemos intentar dar las órdenes cuando dispongamos de una “área de tiro” segura (p.e., con sólidos muros detrás de los atracadores), y siempre teniendo en consideración la posibilidad de balas perdidas y rebotes.
Antes, durante y después de un enfrentamiento, TENGAMOS SIEMPRE PRESENTE la regla “HAY MÁS DE UNO”. Si se ha neutralizado a un delincuente y no vemos a ninguno más, CUIDADO, asegurémonos. Si ha dejado en el suelo o tirado su arma, CUIDADO, puede llevar otra escondida.
Pero sin duda, una de las cosas más importantes a tener en cuenta en todo momento, es que nuestra MÁXIMA PRIORIDAD debe ir siempre encaminada a VELAR POR NUESTRA SEGURIDAD, LA DE NUESTROS COMPAÑEROS Y LA DE INOCENTES. Evidentemente, ante ello, serán menos importantes las labores encaminadas a obtener información sobre el incidente y sus perpetradores, recuperar lo sustraído o incluso detener lo antes posible a los delincuentes. Por lo tanto, NUESTRA MÁXIMA PRIORIDAD NUNCA DEBE SER SACRIFICADA PARA CONSEGUIR UNA INFERIOR en la escala de valores, esa será sin duda, la máxima más importante a extraer de cuanto hemos leído hasta ahora.
Deseando que no tengamos nunca que vernos ninguno de nosotros en tamaña tesitura, dejamos aquí el tema, si bien podría escribirse todo un manual sobre el mismo.
Germán Esteban Villanueva Caballero
Oficial de la Policía Local de Castellón